“El suicidio no discrimina edad, sexo ni clase social. Por eso tenemos que hablarlo, porque hablar salva vidas”, señaló Chibuque en diálogo con el streaming de El Diario Sur.
Según explicó la especialista, el suicidio “es un acto deliberado de quitarse la vida” y hoy constituye la tercera causa de muerte entre los 15 y los 30 años a nivel mundial, detrás de los accidentes de tránsito y las enfermedades autoinmunes. “Hay que eliminar los tabúes. No necesariamente quien se suicida atraviesa una enfermedad mental diagnosticada. Muchas veces son personas que parecen estar bien”, indicó.
Chibuque diferenció alertas directas e indirectas: “Una alerta directa puede ser un intento previo, una depresión o un trastorno de ansiedad. Las indirectas aparecen cuando alguien cambia su personalidad, se aísla, empieza a consumir alcohol o drogas o atraviesa una tristeza profunda”.
Uno de los principales mitos, advirtió Chibuque, es creer que no se debe hablar del tema. “Durante mucho tiempo se pensó que hablar del suicidio lo incitaba, pero es al revés. El silencio hace más daño. Preguntar no está mal”, sostuvo.
Recomendó hacer preguntas directas cuando una persona expresa frases como “no puedo más” o “no quiero seguir viviendo”. “Podés decirle: ‘¿A qué te referís con eso?’ o ‘¿Qué te hace sentir así?’. Eso abre un espacio para que la persona se exprese y no se encierre”, explicó.
También subrayó la importancia de escuchar activamente: “No solo oír, sino mirar al otro, prestar atención a sus gestos y a su lenguaje corporal. Hoy estamos tan pendientes del celular que perdemos ese contacto”.
Redes de contención y ayuda profesional
Chibuque insistió en que la prevención empieza por las redes de contención familiares y sociales. “Si un amigo te dice que quiere suicidarse y te pide que no digas nada, lo primero es preservar su vida. La confianza se puede recuperar, la vida no”, enfatizó.
En ese sentido, recordó que en Argentina existen líneas gratuitas de asistencia: línea 135 (Capital y Gran Buenos Aires), (011) 5275-1135 o 0800-345-1435 (desde todo el país) y el chat del Centro de Asistencia al Suicida, todas con atención confidencial y anónima. Además, recomendó buscar acompañamiento profesional y psicoeducación: “Así como aprendemos matemáticas, también deberíamos aprender a gestionar las emociones”.
El peligro de las redes sociales
La psicóloga advirtió que las redes sociales y la sobreexigencia también influyen en la salud mental: “Vivimos comparándonos. Parece que si no te levantás a las cuatro de la mañana a correr, sos un fracasado. Pero cada persona tiene su ritmo. No hay una única manera correcta de vivir”, dijo.
Para Chibuque, la exposición constante y la necesidad de mostrar felicidad generan frustración: “Hoy valemos por cuántos ‘likes’ tenemos. Hay que volver a permitirnos ser, sentir y mostrarnos vulnerables. Está bien estar triste. Hay que darle lugar a todas las emociones”.
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