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Ana Celentano, Tamara Kiper y Magdalena Grondona: «¿Cómo hacer memoria hoy?» | Protagonistas de «Villa», una obra necesaria



Pensar la memoria nunca es tarea sencilla. Hacerlo en tiempos de avanzado negacionismo se transforma en una necesidad política. Plantear el debate en clave artística, desde una obra de teatro, pareciera ser un camino interesante para evitar caer en las trampas de quienes quieren forzadamente pasar la página de una herida aún abierta en la sociedad. En Villa, la obra de teatro que todos los domingos a las 12 sube a escena en Timbre 4, tres mujeres se reúnen en un ex centro de detención clandestino para decidir sobre la mejor forma en la que ese espacio se debe pensar para mantener viva la llama de la memoria en las nuevas generaciones. Tres mujeres, tres historias, tres puntos de vista, cargados de raciocinio, emocionalidades y también contradicciones.

¿Acaso hay una única manera de ejercitar la memoria? ¿Qué hacer con esos lugares que fueron espacios de muerte y horror durante la dictadura en tiempos democráticos? ¿Es preferible dejarlos tal cual quedaron, con las marcas del genocidio a flor de piel y sin tocar absolutamente nada, o es mejor transformarlos en museos en los que se explique con tecnología e información lo que allí ocurrió? ¿No podría ser más eficaz en términos de crear conciencia transformarlos en lugares de vida activa para la comunidad, allí donde solo hubo muerte? Esas son algunas de las preguntas que sobrevuelan Villa, la obra protagonizada por Ana Celentano, Tamara Kiper y Magdalena Grondona, bajo la dirección y adaptación de Adriana Roffi.

Macarena (Celentano), Francisca (Grondona) y Carla (Kiper) son tres mujeres con historias parecidas detrás a las que las reúnen en comisión para decidir qué hacer con Villa, un ex centro clandestino de detención. En ese encuentro, cada una explicita una parecer sobre qué cree que es lo mejor para el ejercicio de la memoria, con argumentos, discusiones e intercambios en los que se ponen en juego perspectivas políticas, emociones y hasta sospechas que cargan al texto de profundidad cultural pero también de humor e ironía.

“Villa implica moverse en un delicado equilibrio, no caer en el golpe bajo o en la representación literal del horror, y asumir esa incomodidad”, cuenta la directora a Página/12. “Las tres protagonistas son muy diferentes. Cada una de ellas, como cada uno de nosotros, procesa las cosas de forma diferente. Es personal cada mirada, cada sentir. De eso también habla la obra. Villa plantea una temática profundamente compleja, porque pone en tensión distintas visiones no solo sobre cómo conservar la memoria, sino también las emociones individuales que sufrimos frente al dolor del pasado. Cada una propone una mirada distinta sobre qué hacer con este espacio, incluso se contradicen, develando que no hay una única manera de recordar.”

La obra se sitúa originalmente en Chile, conmemorando a Villa Grimaldi, un lugar en la periferia de la capital chilena donde se instaló en 1973 el Cuartel Terranova, centro de detención de la Dirección de Inteligencia Nacional chilena. El texto de Guillermo Calderón fue estrenado en 2011 en Chile y se ha presentado en múltiples países como Francia, España, Portugal, Alemania, Brasil, Uruguay Argentina, Austria, Escocia, Perú y más. La adaptación argentina se desarrolla y despliega puntos de referencias comunes nacionales, generando un vínculo con la historia de la última dictadura cívico militar en el país. Villa habla de cómo gestionar las contradicciones que suponen los sentimientos que se ponen en juego, con lo álgido que el propio tema de la obra expone, junto a esa coloquialidad poética que supura el texto.

“Saber qué hacer con un sitio que fue un ‘campo de maldad’, como dice uno de los personajes, es dificil y complejo, y creo que en la realidad ha habido diferentes formas de hacerlo, y muchisimas discusiones como las que se dan en la obra”, reflexiona Celentano, en la entrevista que compartió junto a las otras dos protagonistas de Villa.

-La obra propone un debate muy interesante sobre qué hacer con los espacios de memoria y cada uno de los personajes propone algo diferente y con argumentos válidos: museo, reconstrucción, espacio de recreación. ¿Consideran que se trata de una temática compleja de resolver, por las contradicciones emocionales y políticas de cada ser?

Tamara Kiper: -Lo interesante que tiene la obra es la invitación al debate de ideas, al ejercicio de la argumentación que propone, a la toma de posición y a la libertad de repensar frente a un mismo hecho. Nos invita al ejercicio del pensamiento y al tiempo que el pensamiento necesita para desarrollarse; en ese sentido me parece una obra que va a contrapelo de esta época que nos toca vivir, donde todo es rápido, efectivo, no pensar sino entretenerse y aceptar, no reflexionar. La violencia del cerebro en “mute”.

Magdalena Grondona: -Es una temática muy compleja de resolver, por eso es tan necesario el debate. Mi personaje propone la cancha de pasto, porque quizás supone un lugar neutral que no dice nada, pero a la vez puede decirlo todo. Es un espacio abierto a que cada una sienta lo quiera o pueda sentir. Otro personaje propone reconstruirlo tal cual fue, con todo lo siniestro que eso implica. Para que la gente sienta lo que sintieron los que estuvieron ahí. El otro personaje actúa como moderadora del debate y también va cambiando de una idea a otra. Las tres se ven modificadas constantemente por lo que proponen las otras. Al fin y al cabo es un debate sin fin, sin solución, porque es tan grande y tan doloroso lo que sucedió ahí, que nada parece ser suficiente.

Ana Celentano: -En el caso de mi personaje su función de «moderadora» la pone en un supuesto objetivismo, es una suerte de conciliadora que no llega a conciliar nada nunca, porque la obra propone mas abrir el debate que cerrarlo. Las tres tienen propuestas tienen ideas y se ven modificadas permanentemente por lo que porponen las demas, porque al mismo tiempo van descubirendo una especie de imposibilidad de cerrar, de decir: ya está, ya pasó, ya terminó. Todo está ahí, es un duelo, una herida que no cierra.

-En el fondo, la obra plantea cómo se procesa la memoria y cómo se mantiene vigente en la ciudadanía el pasado reciente. ¿Como viven ustedes ese proceso?

A. C.: -Es un problema de una actualidad un poco aterradora. Hoy vivimos un genocidio en Gaza a cielo abierto que pareciera no escandalizar a los gobiernos de Europa que tienen sendos museos del Holocausto, por ejemplo, pero permiten sin mosquaerse que se hambree a un pueblo entero hasta matarlos para ocupar ese territorio. Entonces la pregunta es si es posible mantener la memoria para evitar que se repita, si todos los esfuerzos colectivos que se hacen sirven. Hoy tengo la certeza que hay que hacerlo, y las enormes dudas sobre la capacidad de procesar la memoria en terminos de agenciar sabiduria colectivamente.

M. G.: -Lo vivo como creo que debe vivirse, sin olvidar. Teniendo siempre presente lo que sucedió y no debe suceder nunca más.

T. K.: -A la luz de estos tiempos en donde esta sucediendo un genocidio en este mismo instante, con el agravante de que verlo esta al alcance de la mano por cualquier pantalla de teléfono y sigue sucediendo a pesar de que todo el mundo lo sabe y lo ve, hacer memoria se transforma en una pregunta inmensa. ¿Cómo hacer memoria? ¿Qué más hay que hacer acompañando a la memoria? Si es solo una parte de la población mundial la que repudia los delitos de lesa humanidad, entonces no alcanza.

-¿Creen que el momento en que se estrena la obra es oportuno, en tanto son tiempos de negacionismo y desfinaciacion de la memoria de parte del Estado, con funcionarios que quieren volver a instalar la teoría de los dos demonios?

T. K.: -Es fundamental hacer memoria con cualquier tema, urge la pregunta de como llegar a quienes desconocen el pasado o porque no lo vivieron o por desinterés o por negacionismo. Sentarse en ronda, pensar, mirarse a los ojos, las emociones cara a cara sin pantallas hoy es revolución. Estamos frente a los hechos horribles del mundo y no cabe duda que las personas estemos aisladas mirando un algoritmo que nos recorta, nos deja un punto de vista afuera de nuestro alcance, no está trayendo nada bueno. Estamos muy interesadas en compartir la obra con adolescentes.

A. C.: -Es muy oportuno, más que nunca. Sobre todo porque aporta una mirada profunda, política y pero sobre todo poética, que es la forma en la que los artistas, los creadores, procesamos, decodificamos o percibimos lo que flota, lo que está en el aire y muchas veces antes de que dé señales concretas. Es un lenguaje que te interpela, te atraviesa y es capaz de llegar mas hondo. Por eso tenemos ganas de hacerla para adolescentes, jóvenes, en escuelas secundarias. Nos parece que el hiato histórico entre las generaciones mas jóvenes y la dictadura hace que ciertos discursos fachos o nazis parezcan menos peligrosos entre quienes no vivieron esa época o que no tengan acercamiento a estos temas, y que la obra puede llegar a hacer un aporte significativo para abrir estos debates.

M. G.: -Es justamente el momento oportuno. Ese también fue el gran motor para embarcarme en este proyecto.

–Proyectando el debate que plantea la obra, ¿cómo fue el proceso de creación de esta versión de Villa, tendiendo en cuenta que debe ser un hecho artístico pero también un ejercicio de memoria? ¿Lindo y suavizado artísticamente o fuerte y doloroso?

A. C.: -Fuerte y doloroso y lindo también. Creo que cuando la obra estaba ya «parada» y vinieron algunos amigos a ver las pasada nos dimos cuenta del efecto que tenía en el público, las emociones que generaba, lo hondo que calaba, y tambien las risas que provocaba. El proceso de ensayos para mí fue de un gran goce, es una obra de texto atrapante; es divertido y hermoso decirlo, aprenderlo y probarlo, el juego entre las tres que era como si nos conociéramos desde siempre, y todo eso hace que el proceso sea muy gozoso. El impacto llegó con el público, con la emoción y el entusiasmo, en percibir como quedaban inmersos en el debate.

T. K.: -Hay un texto y ese es el punto de partida, el trampolín para descubrir cómo contar esa obra y eso es lo que varía según quien la haga, el desafío es dar vida a esa propuesta que en este caso está escrita con lúdica lucidez. Sin juego no hay obra y en este caso el humor es fundamental.

M. G.: -Fue un proceso de muchísimo trabajo. Con momentos difíciles, claro, por lo que implica el material. Pero de mucha satisfacción y alegría cuando empezamos a sentir que se estaba armando algo muy interesante.

-¿Cómo reciben la obra los espectadores? ¿Se traslada ese debate al público una vez terminada la función?

A. C.: -El debate se traslada a los espectadores todo el tiempo, antes y despues de la función. De hecho hubo un señor en la primera o segunda funcion, que ante las idas y venidas de las propuestas se paró en medio de la función ¡¡¡y dió su opinión!!! Fue muy hermso, estaba tan metido que quiso expresar su solución, que era medio un chiste. Y cada persona que viene comenta eso: que atraviesan la obra con las mismas inquietudes que los perosnajes, que primero le dan la razán a una, luego a otra, luego a la otra, y en medio de esa discusión los momentos mas emocionales impactan fuerte.

M. G.: -Hay emoción y también hay un análisis, la gente se queda pensando y eso es muy satisfactorio para nosotras.

T. K.: -La devolución en general del público coincide en que se sienten adentro del debate, cambiando de ideas, cambiando con los puntos de vista que la obra propone.



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