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«La guerra de los Antartes», el Oesterheld más combativo | Una ucronía peronista



“Cordura terrestre – magnanimidad antarte”. El slogan se repite una y otra vez por todos los dispositivos de comunicación del planeta y advierte a los sobrevivientes sobre los “inconvenientes” de resistir la invasión alienígena. Si en El Eternauta las metáforas de la invasión están solapadas, en La Guerra de los Antartes Héctor Germán Oesterheld deja de lado las sutilezas. No corren tiempos delicados: comienza la década del 70, él ya forma parte de la comunicación de Montoneros y eso se trasluce en la serie que publicó –a razón de dos tiras diarias- con seudónimo y junto a Gustavo Trigo en el diario Noticias (homónimo, pero sin vínculo con la revista) a comienzos de 1970. Lo que llegó a publicarse –la tira quedó inconclusa por la clausura del periódico a manos del Poder Ejecutivo Nacional, por entonces al mando de Isabel Martínez de Perón- fue recopilado y relanzado por Colihue en su Colección Narrativas Dibujadas, conocida coloquialmente en el mundo comiquero como “las tapas naranjas”.

La Guerra de los Antartes, de HGO y Trigo es en rigor la tercera aventura de nombre y concepto similar que emprendió Oesterheld, aunque fue la de más largo aliento y la iteración que mejor la representa. Se lee como una historieta de tiempos urgentes, donde la lucha y la resistencia contra el imperialismo aúna pueblo y gobierno. En este relato Oesterheld propone una ucronía en la que el peronismo jamás deja el poder y establece un gobierno cuasi socialista en la Argentina, que incluso consigue resistirse a la invasión de los Marines. No se menciona a Estados Unidos como el invasor ni se explicita al peronismo como tal, pero las referencias al 17, la Plaza y la resistencia son más que suficientes. Y la lectura que propone de la geopolítica del momento es sobradamente clara.

En la tira la humanidad se desayuna con una invasión alienígena de poder enormemente superior, prácticamente imbatible. Cuando hay un amago de resistencia, los antartes vaporizan una ciudad norteamericana y una soviética, y exigen la rendición incondicional. Con un horizonte utópico, Oesterheld propone en su ucronía un desarrollo de economía y las ciencias de los países del hemisferio sur, al punto que la esperanza viene de “los sabios de Zaire”. Pero la esperanza no llega a ponerse en marcha: son las mismas potencias nucleares las que borran del mapa el país africano y sus sueños de libertad, tras negociar con los invasores sus propias condiciones de rendición. El mundo entrega América Latina.

Los invasores,
además, ejercen un poder terrible que no se limita a la violencia, ni a
convertir en “hombres robots” a los sobrevivientes, como en El Eternauta. Al contrario, buscan la
colaboración servil,
establecen un gobierno títere, secuestran mujeres y convierten
ciudadanos en delatores. ¿Hay resistencia posible contra el invasor
imperialista, que viene en búsqueda de los recursos latinoamericanos? En las
últimas tiras Oesterheld sugiere que sí.
Pero la censura de la época dio por
tierra con la publicación de la historia. La desaparición del propio autor, tiempo
después, hizo el resto. Pero las páginas siguen acá y su memoria, también.



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